A Menorca se le pueden atribuir todos los tópicos que se suelen dedicar a las islas del Mediterráneo: playas de aguas cristalinas, encalados pueblos de pescadores con porticones verdes o azules y bucólicos paisajes de interior. ¿Qué es entonces lo que le confiere su carácter propio? Menorca representa la belleza de la costa Mediterránea en estado puro.

La isla tuvo la suerte de escapar del boom turístico que sufrió España en la década de los años sesenta del siglo XX; pues dada su condición de punto más meridional del país, fue declarada objetivo militar por el gobierno de Franco y se impidió el desarrollo urbanístico que tanto afeó el resto del litoral español. En 1993 fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco y la gran mayoría de sus 220 kilómetros de costa se conservan en estado prácticamente virgen. A la belleza de sus playas hay que añadir un rico patrimonio megalítico en forma de cuevas, navetas, taulas y talayotes.

La gran cantidad de playas, calas y caminos rurales que hay en Menorca invitan a explorarla ya sea a pie, a caballo, en bicicleta, nadando, buceando o navegando. En la isla hay numerosas empresas dedicadas al alquiler del material necesario para practicar las distintas actividades y a la organización de excursiones con o sin guía.